martes, 19 de mayo de 2015

Inmigrantes a la deriva, democracia naufragada


Las diferencias entre las políticas de inmigración del Sudeste Asiático y Europa son evidentes: mientras países como Indonesia o Bangladesh evitan dar soporte humanitario a barcos a la deriva atestados de gente que huye de la pobreza, el hambre y la dictadura militar de Myanmar, aquí en Europa, que somos más "avanzados", hemos aprendido a dar un trato "diferente" a los inmigrantes sin-dinero ("sin-papeles", en argot políticamente correcto).
Ya podían aprender esos países de Asia un poco de Derechos Humanos Europeos y socorrer a los moribundos que van a la deriva en esos barcos para deportarlos posteriormente según la alegalidad vigente.
Aquí, en el 1er mundo, lo correcto es elevar murallas, golpearles para que bajen de las alambradas, poner concertinas, disparar material antidisturbio mientras se ahogan, realizar devoluciones en caliente incluyendo a menores de edad para entregarlos en un país como Marruecos, cuya policía les propina una paliza de bienvenida. Lo democrático es encerrarlos en Centros de Internamiento, que es el término bonito para denominar un lugar donde se priva de libertad de movimiento y otros derechos fundamentales a personas que no han cometido ningún delito, pero cuya irregularidad más flagrante es no tener dinero, o papeles... que es básicamente lo mismo.
Y si vienen en masa por mar, la solución más democrática es destruir esos barcos de pesca que presuntamente son utilizados por las mafias para traer inmigrantes a Europa, porque sin barcos de pesca, las mafias utilizarán otras embarcaciones más precarias para enviar humanos a la muerte, y claro... eso limita mucho el número de gente que llega viva a Europa y el problema se reduce evidentemente. Se reduce, al menos, de cara a la opinión pública europea.
Salvarles, dicen algunos, provocarían efecto-llamada. Y dejarlos morir a su suerte es más europeo, más natural. Lo de remolcarlos a altamar es de asiáticos sin escrúpulos. Y preguntarse por qué hay gente que huye de sus países de orígenes molestaría al dios Mercado. Y una cosa es que mueran personas desconocidas de países lejanos que casi ni siquiera aparecen en la tele, y otra muy distinta es ultrajar a los mercados, que nos castiguen con otra crisis, y que terminen tocando mi bolsillo. Y eso sí que no.