jueves, 7 de julio de 2016

Huellas y cicatrices

De sobra es sabido que las palabras se las lleva el viento. Las hay que tienen el encargo de portar grandísimas ideas y sentimientos explosivos. También las hay vagas y vacías que se disuelven en el aire nada más salir de la boca. Incluso las hay que distorsionan y falsean esa realidad que les dio origen.

La vida es una trama de hechos, lugares y personas encapsulados en momentos, en recuerdos. Lo que más persiste en la memoria es aquello que deja una fuerte impronta en el efervescente y cambiante mundo de las emociones. Siento luego recuerdo.

Todo ello me invita a pensar que nuestro sello en el recuerdo de los demás depende de esos hechos y lugares que compartimos, dibujando con nuestras palabras, más en calidad que en número, una obra irrepetible y inigualable. Algunas personas nos dejaron y nos siguen dejando una huella persistente al tiempo. Otras, por desgracia, rajaron el lienzo, robaron la pintura, rompieron el jarrón y se llevaron las flores... y huyeron a la carrera dejando tras de sí sangrantes heridas que el tiempo convertirá en cicatrices.


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